Historia
Conoce nuestro Aeroclub

En 1912 el aviador norteamericano Frank Boland, de gira en su biplano por Venezuela, aterrizó en las sabanas de Guaparo, en terrenos pertenecientes al señor Felipe Passios y frente a lo que hoy se conoce como la Escuela Agronómica Salesiana Don Bosco, en Valencia. Aquello había sido un gran suceso para los habitantes de la comunidad, quienes, entre conmovidos y asombrados, no dejaron de acercarse al lugar atravesando una precaria carretera de tierra, muchos a pie, otros en coches, bicicletas y caballos, para darle la bienvenida al extranjero entre vítores y aplausos.

Este acontecimiento, que el 29 de septiembre de 1912 ya había marcado el inicio de la Aviación en Venezuela con el primer vuelo realizado por el antes mencionado piloto sobre la ciudad de Caracas, despertó en muchos el deseo de surcar los cielos y fue la fuente que inspiró, más tarde, a un grupo de jóvenes empresarios de Valencia para la creación de un club que tuviese como objetivo principal fomentar la aeronáutica civil en el país y especialmente en la capital carabobeña.

Frank Boland preparandose para volar uno de sus prototipos
"El 1er meeting de aviación en Caracas", Biplano de Frank E. Boland
Douglas DC-3 de Aeropostal
Historia
Los inicios

El 19 de abril de 1943, cuando los señores Eduardo Rauver, Roque Malpica, Fernando Branger, Julio Ramírez, Miguel Guedez, Enrique Betancourt, Miguel Betancourt, Rafael Sánchez, Luis Méndez, Darío Hoffman, Alberto Paz, Sánchez Guedez, Víctor Rotondaro, Luis Branger, Oswaldo Branger y Tulio Ramírez, entre otros, se unieran para fundar lo que entonces se denominó el “Aeroclub de Valencia” dentro de los terrenos de la hacienda La Guacamaya, lugar escogido, al sur oeste de la ciudad, para construir la primera pista de aterrizaje en Carabobo.

Al acto de inauguración asistieron, las autoridades locales y más de 2 mil personas, quienes presenciaron las demostraciones aéreas que ofrecieron un Douglas DC-3 de la compañía Aeropostal y un avión de la Embajada de Estados Unidos.

Historia
Nacimiento de la escuela

En 1946, el Aeroclub de Valencia modifica y actualiza sus estatutos y se institucionaliza la Escuela de Aviación Civil como centro de instrucción aeronáutica civil en el país. En 1975 se crea el reglamento del aeroclub valencia y el de la escuela, finalmente la escuela fue inaugurada el 14 de Julio de 1979 e inició sus actividades con el empleo de dos pequeños aviones Piper J-3, aeronaves de patín de cola, sin flaps y sin baterías que debían encenderse “lanzadas”, es decir, girando sus hélices con las manos. Sus miembros y aspirantes a pilotos realizaban con frecuencia cortos vuelos visuales cuando el buen tiempo lo permitía, pues en ese entonces no existían las radio ayudas.

Piper J-3
Altibajos y Cambios

En 1950 se reúne un nuevo grupo que empuja la aviación civil y absorbe al Aeroclub de Valencia para formar el “Aeroclub Carabobo”. De esta manera, se organizaron innumerables paseos a Los Llanos, La Carlota, Territorio Amazonas y otros tantos destinos. Aeroclub Carabobo programó adicionalmente torneos de pesca e incluso acciones de tipo social como llevar medicinas a diversas etnias indígenas. En 1955, y con motivo del cuatricentenario de Valencia, la asociación colabora con las festividades de la ciudad, siendo parte de sus aportes la acción de lanzar flores sobre la Plaza Bolívar durante una ceremonia.

En 1957, el espacio ocupado por la pista de aterrizaje es solicitado por el Estado para dar lugar a la vía que conecta al distribuidor de San Blas con la redoma de la Plaza Páez. Así terminan, los servicios aéreos ofrecidos por las compañías Avensa y Aeropostal, al igual que las actividades de las aerolíneas Taca y Ransa en la pista de La Guacamaya.

En fecha 23 de noviembre 1962 se constituye formalmente con el nombre de “Aeroclub Valencia” de acuerdo con documento constitutivo registrado en la oficina subalterna del Registro del Distrito Valencia, estado Carabobo, bajo el número 78 del Protocolo Primero, tomo 9, cuarto trimestre.

Las anécdotas de Juana Paula

Los señores Reinaldo Cervini y Atilio Galli deciden prestar los terrenos de una finca que ambos poseen, cerca de Tocuyito, para el nuevo establecimiento de la asociación: la Granja Juana Paula.

Teniendo como base alterna una pista en la hacienda La Mariposa, el Aeroclub Valencia reinicia nuevamente sus labores con una flota que poco a poco va incorporando aviones particulares. Entre los primeros, se recuerdan el C-310, C-172, C-170 y el PA-22.

Mudanza a la Zona Industrial de Valencia

Entre los años 1963 y 1964, el Aeroclub Valencia decide trasladarse a unos terrenos en la parte sur de la capital carabobeña, lugar que contaba con una pista de granzón, de 10 metros de ancho por 600 de largo, y el honor del primer aterrizaje hecho sobre ella le correspondió al señor Fulvio Yépez, así como del primer hangar levantado en el aeroclub.

En 1967, ya se contaba con la primera fila de hangares. Y para 1969, la pista ya contaba su primera capa de asfalto con 800 metros de largo por 12 de ancho. Aparece también la compañía Aserca, primera aerolínea valenciana.

Hacia la consolidación de la aviación comercial

En 1977, mediante documento firmado con los representantes de FUNVAL, Félix Brandy y Carlos Alcedán, el Aeroclub Valencia logra finalmente adquirir los terrenos que le fueran concedidos por parte de la mencionada fundación en 1963.

En 1981, logra terminar la nueva pista, que es inaugurada por una avioneta del Aeroclub Valencia en cuyo interior viajaba Raúl Gómez, gobernador del estado Carabobo para la época. En el acto de apertura estuvo presente un avión de la entonces existente aerolínea Avensa, en calidad de exhibición.

En ese sentido cabe recordar a Aeronaves del Centro, empresa que con sus dos Schort 330, inicia sus labores en la pista recién estrenada, sumándose después otras compañías: Aeropostal, JD Valenciana, la nueva Aserca y por supuesto Aerovenca que, con su DC-3 llegado en febrero de 1991, se coloca como la primera línea aérea de carga de Valencia.

Superando muchos problemas con sus tierras adyacentes, entre esos los peligros de invasión a las cabeceras 10 (oeste) y 28 (este) de la pista, y sin dejar de lado el litigio que la asociación llevó por años por la solicitud de expropiación de sus terrenos, Aeroclub Valencia ha logrado permanecer triunfalmente en el tiempo y consolidarse como una de las organizaciones civiles de mayor peso histórico en el país. Dicho respeto se lo ha ganado no sólo por ser el principal impulsor de la aviación general privada en la región, sino por haber sido el promotor inicial de la actividad aérea comercial en Carabobo.

De este modo, Aeroclub Valencia convive simbióticamente hoy con el Aeropuerto Internacional Arturo Michelena, que fue fundado el 30 de septiembre de 1991 y construido por el Ministerio de Transporte y Comunicaciones.

Más anécdotas y curiosidades

Toda época tuvo sus anécdotas, bromas y detalles curiosos que siempre valen la pena recordar:

  • Aeroclub Valencia cuenta con varias mujeres pilotos. Entre ellas valga recordar a las señoras Gisela Castrillos, miembro de la junta directiva de 1986, y Morella de Maglione, una de las primeras egresadas de la Escuela de Aviación Civil “Pedro José Puerta”.
  • En 1990, un Cessna 206, capitaneado por Luis Espinel, aterrizó abruptamente y de emergencia en la avenida Lisandro Alvarado, entre el Centro Hospitalario Enrique Tejera y el cementerio, en horas del mediodía y sin pérdidas que lamentar.
  • Una leyenda ni tan urbana: en una época una secretaria de la asociación, muy querida por todos los miembros y cuyo nombre no se menciona para guardar su integridad, se subió a un avión C-421 ejecutivo, recién llegado y destinado a la venta, para buscar manuales, libros y otras cosas que se pudieran extraviar y guardarlos en la oficina.

Mientras curioseaba dentro del aeroplano, consiguió un embudo que servía a los pilotos para orinar sin moverse de los puestos. Con mucha ingenuidad, preguntó a otra persona cuyo nombre tampoco se menciona para saber cuál era el uso de ese adminículo. La respuesta fue tajante: “esos sirven en caso de emergencia para comunicarse con los pasajeros. ¡Prueba!”. Varios fueron los intentos evidentemente inútiles que llevaron a la mujer a exclamar: “¡Aquí no se escucha nada..! Lo único que hay es un mal olor…”

  • Otra menos urbana: cuenta la historia que en una oportunidad un Cardenal C-177, aeroplano propiedad de un sacerdote -se decía que era el único cura que se montaba sobre un cardenal-, estaba perdido en un mal tiempo y con poco combustible. De repente, en un su viaje, divisó cómo se abría una nube en las cercanías de Nirgua para distinguir un hermoso, grande y plano potrero de grama baja. El sitio ideal para un aterrizaje de emergencia. Dicho y hecho, se procedió a realizar el descenso a tierra y éste fue realmente suave. Pero hubo un solo hecho que enturbió el aterrizaje: el claro avistado no era ningún potrero sino un embalse de bora, así que el pobre Cardenal se hundió, sin mayores consecuencias para los tripulantes, gracias a la buena suerte.